sábado, 2 de marzo de 2013

La ética científica en el uso de armas nucleares





La ética en la ciencia, tan solo por definición debe ser edificada dentro del mismo lecho científico, por tanto sus fundamentos deben ser estructurados por quienes la practican y no debe ser criticada y atrofiada por individuos a quienes no les concierne este trabajo. La ciencia es un bien en sí misma y es la base de muchos otros bienes en la sociedad, por tanto es del todo ilógico establecerle cotas que frenen su desarrollo y nos dejen sumidos en el estancamiento social y tecnológico. La práctica científica estudia el lenguaje en el que está escrito el cosmos, un lenguaje no creado y exento de la voluntad del hombre, por tanto no debe ser criticada por personas ajenas a ella que solo buscan acabar con el desarrollo científico para cumplir ciertos intereses. El siglo pasado, fue el siglo de mayor fecundidad para la ciencia en su historia, con el advenimiento de grandes ramas de estudio como la relatividad, la física nuclear, la cosmología, el transporte aéreo y espacial, la electrónica, las telecomunicaciones y la informática, además de muchas otras disciplinas. La mentalidad de nuestra época es que no se puede vivir bien sin una buena dosis de ciencia de por medio, entonces, ¿por qué cerrarnos a nosotros mismos la puerta a una vida más confortable, con más tecnología, más conocimiento de por medio? ¿Cómo es posible restringir la búsqueda del espíritu humano al conocimiento científico y a los frutos que produce con su progreso? ¿Por qué dejarnos llevar de tabús infundidos por personas ineptas que ven amenazante y apocalíptico el poder que ha ido adquiriendo la ciencia a través del desentrañamiento de sus más profundos y excitantes secretos? En este trabajo quisiera hablar de uno de esos tabús cínicamente suscitados: La Física enfocada al armamentismo nuclear. La física nuclear es una de las más jóvenes ramas de la ciencia y actualmente es la que más llama la atención de millones de personas: en especial científicos, gobernantes, ambientalistas y moralistas. Son precisamente estos dos últimos grupos quienes más obstáculos le han puesto al desarrollo científico y más mala fama le han dado a quienes lo practican, precisamente por entrometerse en asuntos que no son para nada de su incumbencia y mucho menos de su comprensión tanto de sus métodos, como de sus alcances.                                                       
La ciencia en su innegable fecundidad no debe paralizarse a causa de personas ajenas a ella que solo buscan parar su progreso usando métodos desde todo punto de vista reprochables, usando su dialéctica, su sofismo, para convencer principalmente a los gobiernos y al público en general, pues se niegan con constantes evasivas a debatir con los verdaderos hombres de ciencia. Ramas “del saber”  totalmente artificiales y alejadas de la realidad, que sólo han sido creadas por el hombre por su pragmatismo en el establecimiento de la relación con sus semejantes; como la sociología y la ética, se vienen inmiscuyendo más y más en aquellos temas de los que son ignorantes, obviamente desde la periferia, arrebatando gradualmente la confianza que hasta ahora la humanidad le ha concedido a la ciencia. Hace poco, Rustom Roy, científico y crítico de los Estados Unidos aseguró que en la actualidad los científicos, a causa del desprestigio que ha sufrido, son considerados en algunos círculos como “welfare Queens in White coats” (reinas de bata blanca a cargo de la asistencia social) ; lo cual entra en total contraste con el estatus que les era concedido en tiempos anteriores, como sujetos de alta intelectualidad, destinados a guiar al mundo hacia el mayor conocimiento y calidad de vida posibles.  Lo más preocupante es que muchos de estos humanistas son muy influyentes tanto en el vulgo como en las altas esferas, haciendo que su mentalidad se replique a gran escala; por ejemplo, el escritor británico Bryan Appleyard, que es bastante respetado en el mundo literario, señala en su obra “Ciencia vs Humanismo”  frases como las siguientes: “Los logros de la ciencia pueden ser vistos, simplemente, como delitos y su conocimiento puede ser considerado como pecado” ó “la ciencia nos ha construido, la ciencia nos ha destruido, es hora de que hagamos las reparaciones, defendiendo lo humano contra el monstruo en que la ciencia amenaza convertirse”; esto lo defiende de una forma más filosófica que científica, pero causa gran convicción en la mayoría de sus lectores, que a su vez tristemente se vuelven detractores de la ciencia.
Abundan libros, páginas en internet y artículos de prensa escritos por estos enemigos de la ciencia que solo se dedican a sembrar cizaña entre el público, exponiendo argumentos idealistas o simplemente criticando aquello que los otros hacen; en palabras del gran físico Steven Weinberg: “son simples “posmodernos humanísticos” que gustan de cabalgar las olas de campos vanguardistas, a fin de cocinar sus argumentaciones propias acerca de la naturaleza fragmentaria y casual de la experiencia causando graves fisuras en la apreciación corriente de la verdadera esencia científica”. A causa de esta intromisión en aquellos ámbitos que escapan a su comprensión, han sido ridiculizados frecuentemente por los científicos al caer en ciertas chanzas, que estos mismos propician. Por ejemplo, en 1996, el físico Alan Sokal escribió un artículo en Social text, condimentado con numerosos absurdos, al explicar ciertas implicaciones sociales que podría tener la investigación nuclear. Tras su publicación, se convirtió en un fuerte tema de discusión en los comentaristas humanistas que exageraban dichas consideraciones. Tiempo después, Sokal exhibió su jugarreta en otro artículo, mofándose de quienes cayeron en la trampa, a causa de la ignorancia en torno a aquellos temas.
Hoy en día, no se conforman sólo con la crítica, si no que se asignan el rol de visionarios y profetas del porvenir trágico de la ciencia para la humanidad, nacido de su simple imaginación y su sugestión en torno a sus alcances y sus restricciones. Por ejemplo, como lo expone con lujo de detalles el profesor John Mueller en su libro más reciente “Obsesión Atómica: Alarmismo nuclear desde Hiroshima hasta Al Qaeda”, las creencias populares acerca del armamentismo nuclear están tan alejadas de la realidad como los cómics de superhéroes o las teorías de inteligencia extraterrestre. Además, en propias palabras de Mueller: “Las armas nucleares han tenido una inmensa influencia en las agonías y obsesiones del mundo, inspirando retórica desesperada, teorizaciones extravagantes y frenéticas posturas diplomáticas”.  Ideas recurrentemente infundidas por personas carentes de formación científica como la de la facilidad en la fabricación y manipulación de estos dispositivos, o la posesión de estas armas por grupos terroristas como Al Qaeda, son tajantemente falsas. De hecho, la carrera armamentista en materia nuclear requiere décadas de estudio, además de cientos de científicos y multimillonarias inversiones, asimismo requiere el desarrollo sincronizado de muchas disciplinas relacionadas como la física teórica y la química compleja, aparte de la ingeniería y la tecnología que interviene en los equipos y los procesos que para él se requieren. Por otra parte, con relación a la facilidad en la manipulación, cabe resaltar que en los laboratorios, ni siquiera los mismos ensambladores conocen los secretos del modo de detonación, incluso se les incorporan sistemas que la desactivan en caso de hurto, pérdida o accidente (que a propósito dan cuenta de que sí existe ética y altruismo en la ciencia); buen ejemplo de ello es lo ocurrido en el incidente de Palomares, España a mediados del siglo pasado, donde dos aviones estadounidenses cargados con armamento nuclear tuvieron una aparatosa colisión, pero a pesar de lo monumental del hecho, los misiles nucleares permanecieron inalterables, no detonaron, por el mecanismo antes descrito. Con hechos como este, bastante deformados por los comentaristas contemporáneos, se puede verificar la incongruencia entre el verdadero mundo científico y el pseudomundo catastrófico que nos pintan aquellos que quieren contagiarnos  del abrigo de la sugestión y el velo de la ignorancia que cubre sus débiles pero influyentes mentes.
Después de hacer este pequeño esbozo de los procesos y los resultados de la investigación atómica, quisiera hablar de la parte inicial, las fuentes pioneras de la investigación, no menos instigadas por los comentarios malintencionados de los críticos éticos, socialistas y humanistas. Ahora el problema es el de la inversión en dichas pesquisas enfocadas al desarrollo de Armas de Destrucción Masiva (AMD).
Si bien es cierto que el gasto en armamentismo nuclear, desde la segunda guerra mundial en las potencias mundiales ha sido estremecedoramente monumental (en Estados Unidos por ejemplo, de más de US $5.5 billones, según la Brookings Institution), la mayor parte de todo ese gasto ha sido en los procesos y no en los fines. Para nadie es un secreto que los desastres cataclísmicos que han sido divulgados durante tantos años en libros de ciencia ficción, libros escatológicos y páginas en Internet de teorías conspiratorias, se han quedado sólo en eso, en el papel ( tal vez el desastre de la bomba atómica en Japón sea la única que me contradiga); y esto ha ocurrido porque el desarrollo en armamentismo nuclear se ha utilizado simplemente con el fin de satisfacer el ego de los países que las promueven, de usar sus resultados experimentales en el progreso de otras disciplinas y de sembrar cobardía en quienes pretendan desafiarles. Esto contradice totalmente a los humanistas apocalípticos quienes promulgan en sus no poco numerosos ni poco extensos escritos sofísticos, que el fin último del desarrollo de la milicia nuclear es el de infringir muerte y desastre a sus semejantes, apaciguando así su insaciable ideal pulsional del tirano que llevan dentro. Como contraejemplo, en la actualidad, cuando se disponen de armas nucleares desde la primera hasta la sexta generación (éstas se clasifican según su grado de alcance), nunca son llevadas a campos de guerra como el del medio oriente, pues el efecto de las de corto alcance se puede alcanzar con armas convencionales y, las de gran alcance están prohibidas, pues seria ridículo acabar con el enemigo infringiéndose daños letales a sí mismos, a causa del amplio espectro de acción que estas últimas provocan.
Por último, para acabar de ridiculizar a los humanistas proféticos con complejo de sabelotodo, podría resaltar aquí que los limites de la investigación y los desvíos en los fines de los proyectos científicos, se establecen en el lecho interior de la ciencia misma y no tanto en los estatutos gubernamentales mediados por las leyes ético- sociales que ellos promulgan. El mejor ejemplo de ello es el desarme a fines de la guerra fría. Incluso antes de que el dictador ruso Mikjail Gorbachov y el presidente norteamericano Ronald Reagan acordaran reducir sus municiones, los laboratorios de ambas partes ya habían renunciado a buena parte de él, incluso más de lo acordado por las medidas pactadas, a causa de los altos costos de almacenamiento que eran requeridas, además de los costos de mantenimiento, acatadas por los mismos científicos. De igual modo ocurrirá con lo que viene en materia de genética humana, física de altas energías y cibernética; existen numerosas preocupaciones infundidas en la sociedad por personas confundidas y equivocadas que replican dicha confusión en las mentalidades mas débiles, se hablan de colapsos mundiales, de destrucción, caos, cyborgs y androides que nos dominaran, y todo tipo de payasadas alejadas de la verdadera realidad científica; por ejemplo, la inteligencia artificial, otorgada a las máquinas, jamás será tal como para dotarlas de voluntad( cosa que ni al más desquiciado científico le convendría), además, el estudio de física de altas energías  jamás será tal como para escapársele de las manos a estos genios de la ciencia y ocasionar fluctuaciones al gran equilibrio que predomina en el cosmos. El único vestigio de realidad que se puede dilucidar en esos escritos, como ya he insinuado anteriormente es el de la catástrofe de la bomba atómica en Japón, que los humanistas usan como ejemplo “del acto irresponsable de los científicos al querer dominar asuntos de la naturaleza que acaban por escapárseles de las manos”. Esta postura es equivocada desde todo punto de vista. Los científicos del Proyecto Manhattan que participaron en la fabricación de la bomba atómica, conocían exactamente el poder destructivo de éste artefacto, y eso a lo que se le llama “escapársele de las manos” es simplemente el hecho de relegar sus logros a la disposición de otras entidades, en ese caso, al gobierno de los Estados Unidos. Acusar de culpables a los científicos por los estragos causados en Hiroshima y Nagasaki es tan ridículo como acusar a los extractores y procesadores de hierro, como los culpables de los perjuicios ocasionados actualmente por el uso de armas bélicas convencionales, lo cual evidentemente carece de sentido.
Ahora bien, llegado a este punto concluiré esta superficial exposición un tanto argumentativa sobre este importantísimo tema que a todos nos involucra, no sin antes señalar que todo lo que aquí he resaltado  a propósito de los errores en que han caído los críticos de la ciencia al pretender tomarse el papel de expertos en aquello que no comprenden, no ha sido planeado con el fin de quitarle crédito a la ética, ya que en la ciencia, como en cualquier otra profesión, es imprescindible en el modo de actuar y el establecimiento de cooperación mutua. Más bien mi propósito es de el de defender un poco la magna y prolífica ciencia de la actualidad que sufre de múltiples malinterpretaciones y reformulaciones surgidos de los que califico como “círculos patógenos” que sólo buscan arrastrar una corriente de pensamiento, manipulando la retórica a su antojo para seducir los mentes de aquellos que se van convirtiendo en sus adeptos involuntarios. Tal vez los argumentos y hechos particulares con que sazono este texto puedan producir en quienes lo lean una duda metódica que los ayude a reflexionar sobre aquello que reciben a oídas y los incite a no enredarse en los hilillos de estos marionistas de mentes así como también a hacer caso omiso de aquellas modalidades irracionales que hoy en día aquejan a la humanidad, que sólo profesan catástrofes y problemas colosales allí donde nunca han existido y, según pintan las cosas, jamás existirán.

 Edward Villada







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